...de Ushuaia a Alaska, allá vamos, porque a pesar de las diferencias, todos somos iguales.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Las andanzas del derecho y el izquierdo.

Un mes en Bolivia, ya se nos habían impregnado las costumbres y la comodidad de lo conocido retrasaba nuestra partida hacia el país vecino. Pasamos una semana en Copacabana, más porque teníamos la rutina aceitada que por sus atributos. Dormíamos en un hostel donde podíamos poner la Westy en la entrada, en la cima de una pendiente que hacía las veces de arranque a falta de un buen funcionamiento del nuestro, teníamos mercado popular donde comíamos y comprábamos, una playa apacible y una calle principal que caminar para ver una y otra vez a los mismos argentinos vendiendo artesanías o trabajando de "jaladores" de restaurantes (persona dedicada a convencer transeúntes de comer en el local gastronómico para el que trabajan).
Ante la inminencia de la partida, las dudas comenzaron su acecho intransigente, hablo por mi en esta ocasión porque mi compañera no lo vivía así. Muchos fueron los cuentos que oí o leí sobre la corrupción policíaca peruana, sobre las complicaciones que inventan a la hora de hacer los extremadamente burocráticos trámites aduaneros y migratorios y más inconvenientes garantizados. Más o menos 10 km nos separaban de la cuidad fronteriza cuyo nombre se perdió en mi memoria (claro caso de olvido voluntario, suelo recordar todos los poblados por los que pasamos) y fueron desde mi punto de vista muy largos, sentía el lento pero firme ascenso de mis testículos hacia la zona de la faringe, los nervios me jugaban una mala pasada y pretendía disimularlo para no exponer mi cobardía ante mi mujer.
Por fin llegamos a la frontera (incertidumbre), con el mayor aplomo del que era capaz y controlando mis cuerdas vocales para que no titubearan, saludo al agente como si nada pasara (temor rotundo ante la poca reciprocidad de amabilidad del agente). Mira detenidamente los papeles que le entrego con extrema gentileza (sudor frío, helado). Sigue mirando con exagerada minuciosidad y levanta la vista con gesto de reprobación (cataclismo intestinal). Menciona que no declaramos las cosas de valor a la hora de salir de la Argentina y él no tenía cómo saber que no lo habíamos comprado ilegalmente (intento mantener la calma con todas mis fuerzas). Replico que eso en todo caso sería problema de mi país y en su defecto un beneficio para el suyo (compruebo que mi embate sólo lo endurece y decido cambiar mi estrategia conocedora de leyes por una más humana y cándida). El hombre nos corre para un costado y hace pasar a los de atrás nuestro (mi mente me sugiere que el hombre va a esperar el momento de quedar solos para insinuar un soborno y mi pavor ya es casi indisimulable). Luego de negar varios pasos más sin demostrar conmoción por nadie, ni por los que le cuentan que van a rezarle a la virgencita de Copacabana para agradecerle por su abuelita, quedamos solos nuevamente (listo, nos sacan todas las cosas de valor, tenemos que seguir viaje sin cámara de fotos, sin computadora, sin filmadora, sin ipod, sin nada y me cago en este mal nacido, pensaba). La situación parecía cada vez más compleja y se me ocurrió presentarle mi costado más cálido y enternecedor. Le comento que tengo la prueba fehaciente de que todo lo habíamos comprado antes, en Argentina y le propongo mostrarle los archivos grabados en todos los aparatos, elegí concienzudamente como ejemplo, las filmaciones a personas de su país contando lo orgullosos que estaban de Bolivia, sonrió y por primera vez sentí un poco de alivio (descompresión con riesgo de flatulencia). Finalmente torció el brazo e insólitamente se despidió de nosotros como lo hacen los mejores amigos, y deseándonos lo mejor para nuestro viaje, le dedicamos nuestras mejores sonrisas y salimos para hacer los trámites peruanos (viejo del demonio qué mal nos la hiciste pasar).
Todavía quedaba más, si bien el recorrido de mis glándulas reproductivas había comenzado a descender paulatinamente, estos aún estaban alertas y propensos a subir nuevamente, pasamos migraciones peruanas sin problemas (vamosssss). Vamos a la aduana, nos recibe un policía fanfarrón con chistes que rozaban el mal gusto y nos hace esperar a su compañero, éste es muy amable, tarda sus buenos y eternos minutos en tipear todo lo necesario y finalmente nos deja ir sin más, no me pide el seguro que supuestamente era obligatorio y no habíamos podido comprar del lado boliviano y cruzamos la barrera con el incomparable sabor de la victoria después del sufrimiento (alivio total y descompresión rotunda).
En el instante que las ruedas traseras pisaban la ínfima cadena que dividía nuestros anhelos sentí el chiflido del terror, miré por el espejo izquierdo y vi un nuevo polizonte haciendo señas para que parara (fugaz retorno de todos los padecimientos anteriores juntos). Freno. Le pregunto qué necesita y me hace pasar a su oficina, parecía muy simpático, aprobaba mis chistes con una buena risotada, hablamos de fútbol y de la situación de River, me pidió el registro internacional y se lo di (como te abroché, eso no es necesario pero lo tengo). Acto seguido y comprobando que lo tenía me pidió lo peor, el seguro. No lo tenía y le expliqué que lo sacaría en la primera ciudad peruana que pudiera ir y me explicó que me tendría que hacer una multa imposible de pagar para nosotros (desvanecimiento y ganas de matar). Luego vino el clásico guiño y en ese momento mis sentimientos de miedo se transformaron en ira, me hervía la cara y tuve instintos asesinos. Finalmente le abrí la billetera en la cara y le mostré que no tenía nada, sólo 20 bolivianos que eran menos de diez soles para él, el descarado me los aceptó y me dijo que fuera tranquilo hasta la primer cuidad, que si me paraban les dijera que ya había arreglado. El desgraciado se llama Edson y me tomé el trabajo de buscar la cuidad donde trabaja para escribirlo, Tikina, si alguien pasara, por favor escúpale la cara.
De más esta decir que los siguientes 140 km, hasta la cuidad fueron nocivos para mi salud mental, y que los testículos se encargaron de mantenerse junto a mi glotis todo el trecho sin dejarme un sólo segundo de sosiego. A partir de ese momento, donde me pareció comprobar que el mito de la corrupción de los policías peruanos era 100 % cierto, nunca más tuvimos problemas hasta el día de hoy, y de hecho cada vez que nos pararon fueron sospechósamente amables, esperemos que el malparido de Edson sea una excepción.

El suplicio tuvo final, y pudimos llegar a la plaza de Puno, esta cuidad no cuenta con muchas gracias, pero ahí mismo empezó el destierro del primer mito peruano. Como nos había pasado con Bolivia y sus mitos mentirosos, los mismos bolivianos nos llenaron de pre conceptos sobre sus vecinos, y lo que más se repetía era su afición por el robo. Hasta este momento no tuvimos ningún problema de esa índole y casi la mayoría de las personas que vamos conociendo en este lindo país nos demuestra toda la amabilidad que son capaces de tener.

Lo mejor que tiene Puno, y su único pretexto para atraer turistas es la cercanía con las islas flotantes de los Uros, sobre el lago Titikaka y como único atractivo, así lo explotan. Es bochornósamente turístico todo lo que rodea a los Uros, pero más allá de eso, es muy interesante conocer este montaje de cómo vivían.
Esta colectividad vive así desde antes de la conquista española, siendo gente orgullosa y no dispuesta a ser sometidos por los Incas en su momento. Abandonaron sus tierras en los valles cercanos al lago y con la totora que crece en gran cantidad en las orillas, armaron islas flotantes sobre las que ponían sus casas y vivían la vida. Las costumbres se mantuvieron intactas hasta que la fiebre del turismo los arruinó en gran medida y ahora se ve que es la principal fuente de ingresos aunque los guías digan que también es la pesca.

Se llega en barco obviamente, y a medida que uno avanza, desde las costas de las islas nos saludan e invitan las señoras con atuendos de colores estridentes. Yo no sé si este método marketinero es original o impuesto para atraer más y más turistas, pero la realidad es que los colores son muy atractivos, y si no hay que preguntarle a Clari, que desde que las vió no para de buscar en los negocios ropa como la de ellas.

Quiso hurtarle la chaqueta a una señora uro, pero cuando se escapaba llamó la atención el fucsia. Tuvo que devolverla.


Las islas requieren de un mantenimiento quincenal, siempre tienen que estar agregándole totora porque se va pudriendo.



Las señoras nos cantaron una canción con menos ganas de las que me dan a mi de ver al policía aduanero Edson.
Cuando nos alejábamos en el barco la segunda desde la derecha gritó: "Hasta la vista Baby". Una sutileza del marketing turístico.

En ese paseo que duró medio día conocimos a dos uruguayos y una española, Diego, Diego y Maita. Fue una de esas veces que nos lamentamos conocer gente y tener que separarnos tan rápido, ellos iban para el sur y nosotros para el norte. Hay que decirlo y con esto voy a caer en una generalización aunque no me guste: los uruguayos son gente realmente increíble, son copados, parecen buenos, simples, a veces creo que los argentinos deberíamos ser más como ellos.

El tour incluía paseo en barco, también construido de totora.

En el trayecto de una isla a otra sufrimos lo que se conoce por abordaje, así como los piratas lo hacían en el Caribe, los dos chiquilines de los costados saltaron dentro de nuestra embarcación y nos cantaron una canción que hablaba de la alegría pero cantada con una cara de congoja que daba más pena que sonrisas.

Ella tendría 2 años y andaba así de segura en ese barquito, claro, si se crían en ese ambiente acuático, los padres no deben tener miedo de que se caiga...


Diego, Joaquín, Clara, Maita, Diego, casi capicúa.

En Puno, esperando que se hiciera Lunes tuvimos tiempo de "hacer" plaza y ahí conocimos a Maira que con Clari se divertían mucho.

Hasta que la inocente niña amenazó con castigarla y Clara tuvo que frenarla por más miedo que tuviera.

Este es símplemente algún prócer de antaño matando una paloma.

Bueno, eso es todo hasta la próxima parada en Cusco, que en breve sera relatada por alguno de estos dos errantes viajeros.

2 comentarios:

  1. Soy Murray.. Lu y yo estuvimos en los Uros en abril de 2009 y también la señora nos dijo "Hasta la vista baby"!!! No renuevan las estrategias de Marketing y fidelización turística! La canción que nos cantaron de despedida fue "Vamos a la playa oh oh oh oh oh!

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  2. Juauauauauaaaaa, me muero con el relato de las aduanas, ademas fue tan descriptivo que te visualice todo el periplo. Muy fino ademas, yo hubiese puesto, claramente, masticandome los huevos desde adentro....
    Abrazosss, que bueno que escribieron, hace rato que estaba el mismo

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