...de Ushuaia a Alaska, allá vamos, porque a pesar de las diferencias, todos somos iguales.

lunes, 25 de marzo de 2013

El Rey Feo de Cuyutlán

Tengo prohibido un comienzo de escusas sobre el tiempo transcurrido desde la última vez que escribí o cosas que se le parezcan. Y lo bueno, es que la historia que voy a contar, créanme, será muy difícil de olvidar. 

Las cosas nos estaban yendo muy bien, con nuestro amigo Frijol, que en adelante puede que llame Cuqui (es otro apodo para Lucas, igual de arbitrario que Frijol, se puede decir), recorríamos las excepcionales carreteras mexicanas, sin otro afán que admirar y disfrutar. 

Como quien no quiere la cosa, partimos del acojedor lago de Camécuaro (lo recordaran por sus misteriosos humos, váhos y vapores) y sin saber bien qué rumbo seguir, decidimos ir hacia Manzanillo, cuidad costera, sin muchas más pretensiones, para los moradores de la Westy, que la acojedora invitación de nuestro amigo Federico. Es por eso, que para no alterar luego la historia, primero lo presentamos a él (nótesé que lo conoceríamos después de los relatos a continuación narrados), que fue el motivo por el cual pusimos proa al Sur y no al Oeste. Gracias a la intención de ir hacia su casa, la magia (porque no se la puede llamar de otra forma) del camino se hizo presente y nos regaló uno de los momentos, o días más memorables de nuestro viaje, sino de nuestra vidas...
Con Federico, en Manzanillo, otra vez más, una persona, conociéndonos muy poco, nos abrió las puertas de su casa y se brindó tan generosamente como suelen hacer los mexicanos. ¡MUCHAS GRACIAS FEDE!

Volviendo al futuro, cómo solo lo puede hacer alguien que elije a su antojo la cronología de un relato o Marty McFly, paso a contar los hechos. Como bien decía, el camino, nos deparaba uno de sus hechizos. Sin tiempo para llegar hasta Manzanillo a lo de Fede, porque la tarde regalaba sus últimos signos de vida, decidimos ir sólo hasta el Pacífico. Es decir, salir de las encantadoras pero mediterráneas tierras que andábamos y por fin, disfrutar con nuestro amigo un poco de océano.
Llegamos a un lugar, que literalmente no figuraba en nuestro mapa (insólita injusticia), al encantador, apacible y mágico pueblo de Cuyutlán.
Y como es de generosa la vida, que cuando regala magia, también regala suerte (que son casi lo mismo), caímos en este sobresaliente pedazo de tierra en el mismísimo fin de semana en que se festejaba el carnaval. 
Nos miramos los tres. ¡Y a gozar se ha dicho!. 
Buscamos un punto alejado donde enterrar la Westy en la playa y partimos en búsqueda de algún alcohol, en el mero centro del poblado. Ese día, se daba lugar a una fascinante guerra de bandas, que por no tener fotos tengo que pasar a aclarar: No es una guerra de bandas  de rock como la que se imaginaría cualquier citadino poco atento (como nosotros), sino una lucha de auténticas agrupaciones numerosísimas de músicos desplegando una vibrante y alegre música ranchera. Bailamos un poco, tomamos un poco y nos pusimos gel en la cabeza, así de locos estábamos...
Habría más, en un descuido de atención, oímos al pasar, algo de un concurso: El Rey Feo del carnaval. "Bueno" dijimos, "no somos horribles pero podemos hacer algo para participar". Todo este torrente de pensamientos provenía, claramente, del suculento premio que significaban los $ 500 (redondeando unos 50 dólares) y una orden de compra en una farmacia (leyó bien, una farmacia) por $ 1500. 
Todo mejoró aún más, cuando unos amables vecinos nos dijeron que no era la fealdad la que atribuiría el premio sino la gracia, "el que se gane al público". Mandado a hacer, nuestro Frijol, pasó un día de nervios, pero decidido a hacer la prueba de conquistar a la exigente concurrencia cuyutlaneca.

Como toda buena historia, la nuestra también sabe de momentos de sosobra y desasosiego. Minutos antes de la gran cita, nos encontrábamos en un paraje de ensueños, con nuestra camioneta, pero enterrada "hasta las madres" como diría un mexicano de a pie.
Pero, como de hechos comunes está llena la vida, apostamos a lo grande. Me fui caminando a buscar ayuda. El resultado, la foto de arriba: 3 Hummers, 42 efectivos del ejercito mexicano, todo el destacamento para cuidar del carnaval, todos aunados en el mayúsculo esfuerzo de ir a las lejanas playas y sacar, como si de una liviana hoja de árbol se tratara, a la Westy del mismisimo fondo de los infiernos de sílice.

Pero cuando el destino llama, sería al menos una quimera ignorarlo. Y Cuqui, si a algo ha venido a esta vida, es a ser el Rey Feo de Cuyutlán 2013.
Si, querido lector, como bien ha leído, nuestro amigo, llegaría en hora, o mejor, justo a tiempo (como ocurre siempre en las horas definitorias de la vida) a participar de la espinosa contienda.
Así comenzaba la historia, solo 3 participantes se habían animado a la espontánea convocatoria. Un chaparrito muy simpático pero a todas luces tímido, el más parecido doble de Critiano Ronaldo que vaya a nacer, y Frijol, engalanado con sus mejores ropajes y abotonado hasta el fin. Creemos que la gran diferencia se vio en la concentración que cada uno manifestó o más bien consiguió. 

A bailar, dijo entre nerviosos tartamudeos uno de los menos dignos conductores de carnaval que se hayan visto, sorprendiendo así a nuestro compañero, que de todas las especulaciones que había elucubrado, ninguna se parecía a la orden de bailar. Desairado y preocupado a la vez, viendo al chaparrito bailando aparatosa pero graciosamente, al pequeño Ronaldo con los pasos más ayornados del antro mexicano, decidió dejarlo todo.
Así fue como todos los bendecidos espectadores, disfrutamos de casi 10 eternos minutos de desdenfrenado baile frijolero.
El público deliraba, lloraba, tiraba calzones, pero nada lo detenía. El seguía, bailando y bailando sin que nada lo perturbara. Bajó del escenario, se dejó acariciar por las manos de un público escandalizado y afiebrado como el más experimentado de los animadores. Los competidores no lograron seguir con la farsa, con esa titánica tarea de disputarle el trono al mejor, solo se limitaron a frenar y ver, gozar, aprender.

El cetro ya tenía dueño, desde el momento que se lo vio concentrar, todos lo supimos: "Esta no es una competencia pareja". El aplausómetro, moderno método para designar al ganador, fue demoledor. Nunca antes, decían los mas longevos, había sido tan desigual.
Y así fue como el Frijol dejó su anonimato para siempre, o al menos para lo que durara el carnaval. Ya no era el mismo... era rey, era..." El Rey Feo de Cuyutlán".
Misma situación, distinto semblante, véa usted, con la suficiencia que levanta sus cejas y se come un buen pedazo de jalapeño. Ya no era el mismo, pero la vida enseña. Sólo harían falta unos días para que el cachetazo del anonimato lo dejara de nuevo en su lugar. Pero por ahora sigamos con el relato que todavía falta para el retorno a la humildad.
Nobleza obliga: la fama lo mareó, se vió algo perdido en sus vapores, pero no se olvidó de sus amigos, y aqui, como lo atestigua la fotografía, hasta me dio un abrazo casi tan sincero como los que daba antes de ser rey.
El Rey con su corona, desfiló junto a la Reina. Fueron largos momentos junto a ella, encabezando la inagotable fila de carrozas (participaban grupos de muchos pueblos vecinos). Pero tuvo tiempo para hablar, y descubrir por ejemplo, cómo fue que la hermosa soberana estudió hasta el borde del saumenage para memorizar las dos oraciones que debía recitar para explicar por qué merecía ser reina (esto es enteramente verídico, como todo lo que conté hasta el momento).

Pero de todo y de todos se puede aprender si se quiere. Si no, mire, cómo aprendió el regio saludo: largo corto, largo, corto, corto y de nuevo largo...
Después del largooo peregrinaje por las calles atiborradas de espectadores, Cuqui, al mismo que se lo ha visto comiendo pan o yendo al baño, fue miembro del honorable jurado de carrozas del carnaval vernáculo.
Así transcurrió el resto de la noche, no podíamos caminar, la gente lo frenaba, le pedía fotos, autógrafos, algún chiste, una uña, cualquier estrategia era válida para tener un momento a su lado. Todos querían convidarle sus bebidas, y bueno, el resto de la historia se la pueden imaginar. El Rey Feo, sin aspecto de tal, llegó a las 6 de la mañana descamisado y totalmente beodo a su pequeña carpa para una persona, sin estacas y cediendo ante los rigores del viento playero.

Todo eso terminó, y no menos meteórico que el ascenso fue la caida desde los altos estratos de la fama.

Pero bueno, no es nada que dos buenos amigos no le pudieran ayudar a soportar, por eso, en nuestro regreso a la vida real (de realidad y no de reyes), fuimos a la playa Boca de Iguana y disfrutamos de la vida que habíamos querido.
 Truquitos...
Pagando apuestas...(puede que haya anotado más victorias suyas, pero cuando había que demostrar, porque se jugaba por lavar los platos, bueno, no sigo...)
...y bellos y románticos atardeceres a la vera de una laguna con enormes cocodrilos como habitantes.

Y como si fuera posible, todo podía mejorar aún más. Con la llegada de Pedro, el cuarto mosquetero, no cabía más destino que la jarana, que la juerga y que la alegría. El encuentro tuvo lugar en Puerto Vallarta, gran y no tan bella cuidad, pero que sirvió como punto de reunión y como escusa para que los dos nuevos amiguitos (Frijol y Pedro) se conocieran en la algo descontrolada noche vallarteña (¿Se dirá así?), de la cual volvieron, sin explicación lógica alguna, tatuados con numerosos mensajes extraños.
Sólo una noche pasamos en Vallarta, para ir al más tranquilo y encantador pueblo de Sayulita. Como tantos otros, este asentamiento, otrora exclusivo de pescadores, es ahora un creciente destino turístico, destino de surfistas y estadounidenses retirados. Pero los 4 mosqueteros no se dejan amedrentar por nada, ni por extranjeros ni pescadores, y encontraron el punto perfecto para estacionar la Westy, anclar las carpas en la playa y armar la toldería. Cosas raras ocurrieron allí, pero claro está, nos sentíamos en casa.
"Alegría en fuera de foco" o automática tomada por una manga de borrachos.
Gran foto tomada por algun rey del pasado, se nota la mano soberana en el retrato.

"Panorámica y hamburguesa de camarón". Vicisitudes de la tecnología.

Sólo se requiere una mano soberana para las fotos, a Tarantino y a un rasta para lograr un: Rastantino.
Diva en azul (Mano soberana + altos valores etílicos en su sangre + belleza desmesurada)



Como Carlín y Pablito, a pesar de las diferencias, de las distancias, de los distintos rangos de nobleza (rey y plebeyo), amigos son los amigos.

Y bueno, también tuvimos que separarnos, ellos seguían por su parte, recorriendo este increíble país, y nosotros nuestro largo peregrinaje al Norte. Fueron días que no vamos a olvidar nunca más, mucha risa, más charlas y una nostalgia en la despedida que no sabíamos que podíamos sentir.
No sabemos ni cómo agradecerles la visita, bueno, podemos probar con: ¡Muchas gracias!

Y para terminar, algo de misterio y de novedad. Westy (mujer) y Vivi o Bibi (hombre) se conocían mientras el mar se prestaba como telón perfecto para un nuevo romance...
¿Quiénes lo manejan? Habrá que esperar hasta la próxima, se dice que se conocieron mejor en la Baja California.

domingo, 17 de marzo de 2013

De anti héroes y tumbas

Como les anticipamos en la entrada anterior, durante los próximos 20 días de viaje nos acomapañaría un amigo, que más que un amigo, es un hermano, Frijol Palacios. En realidad el apodo de Frijol es bastante nuevo y la historia bastante simple. Al segundo día de habernos encontrado en DF, Joaquín se acercó a Frijol y a mi y nos dijo "Acabo de escuchar que alguien le decía Frijol a alguien, ¡ese apodo es buenísimo! deberíamos usarlo". A partir de ese día y de manera un tanto forzada, empezamos a nombrar a Lucas, Frijol.
 El tema de los apodos y la gente es un tema digno de análisis. Generalmente los papás se retuercen la cabeza para pensar un nombre para un hijo al que después, nombrarán de manera totalmente distinta. El ejemplo de Frijol es uno de los tantos casos. El se llama Lucas pero le terminamos diciendo Frijol. Quizás, una manera de prevenir las infortunadas distorciones de un nombre, sería hacerlo al revés. Es decir, en vez de nombrar a un hijo "Lucas", directamente inscribirlo en el registro de nombres con el apodo: El 2 de febrero, a las 16 hrs nació Frijól Palacios. Seguramente, el tiempo y algún tío cambia nombres, termine llamándolo "Lucas".
 
 Bueno, el caso es que los tres juntos (los 4, perdón, me olvidaba de La Westy) partimos del Distrito Federal hacia San Miguel de Allende, una ciudad colonial muy linda.

 En San Miguel Viejo (cruzando los límites turísticos y conocidos), encontramos una iglesia de ensueño. Creo que una de las más especiales que conocí alguna vez. Esta pequeña iglesia del siglo XVI, ubicada entre medio de campos recién cosechados y rodeada de un silencio que oscilaba entre lo mágico y tenebroso, fue nuestro lugar elegido para acampar.
 Lectura, dibujos, mandalas, fotos, charlas, mate, siestas y vino.
 Ah. Y también algún fantasma menor de 10 años que andaba en bicicleta por ahí...

 
 David y Rebecca, una pareja de estadounidenses que viven en San Miguel Viejo, nos invitaron a comer a su casa. En la foto, una típica situación de la tarde. David hablando con vehemencia (y también con Frijol y Clara).



 
Grata flor que te destacas sobre el verde de las hojas, cual la sangre de una herida,
roja... roja...(Alfonsina Storni)



 Con ustedes...Frijol Palacios, poniendo para la foto la cara más parecida a un frijol que pudo...¡Pero si sos iguallllllll!
 
Las fechas, el tiempo, el calendario, todo eso también nos corre a nosotros. O nosotros corremos detrás de ellos. Por eso, nos despedimos de la misteriorsa iglesia y partimos rumbo a Guanajuato, la ciudad de los túneles e historias subterráneas.
Guanajuato era una ciudad minera y por eso fue edificada sobre los tantos pasadizos internos, que eran los antiguos socavones.
 Los bomberos de la ciudad nos recibieron y hasta le cedieron a Frijol una colchoneta en el salón de convenciones para que pasara la noche.



 Aunque el caniche se vista de seda, caniche queda.
(Mis respetos para Teo, Coca y Tubi, caniches amigos)

 
Con los bomberos de Guanajuato


Intentando mirar a través de los ojos de Frida Kahlo.
"¿Quién diría que las manchas ayudan a vivir?. Tinta, sangre, olor...¿qué haría yo sin lo absurdo y lo fugaz?"
 (Foto sacada por Frijol)
 
La ciudad tiene muchas historias. ¿Quieren conocer una para pegarse un flor de julepe?.
 
La siguiente foto tiene nombre y apellido: Juan Leroy, médico francés.
 Forma parte de las cientos de momias del "Museo de Momias" de la ciudad. Nunca antés habíamos mirado a la muerte tan de cerca, tanto, que Frijol y Joaquín estuvieron a punto de desmayarse durante todo el recorrido. "No...basta, no puedo ver más", decía uno. "¿Cómo no nos avisaron?", decía el otro. "¡Qué cruel que es la muerte!", decía uno. "¡Si, totalmente!", le respondía el otro. "Pasame el agua". "No, no queda más". "Nooooooo" 
 La historia de estas momias es bien interesante. 
 Eran cientos de muertos cuyas tumbas nadie pagaba. En el cementerio (¿los sementales se dice?, ah, no eso es otra cosa) decidieron un buen día, sacarlos de sus féretros y ubicarlos a todos en una fosa común. El clima y los minerales, dicen, lograron lo impensado. Todos esos cuerpos, que por primera vez en la historia no pertenecían a gente de la nobleza sino a gente común y corriente, habían conservado sus huesos, incluso tenían pelo, ropa e uñas.
Más de una hora y media tardaron Frijol y Joaquín en recuperarse del julepe. (Yo implementé la mera negación).
Las más cancheras con el tema resultaron ser unas señoras inglesas, cercanas a los 60 años, que viendo a los dos amigos al borde del llanto ante tamaña crueldad de la vida, les dijeron ríendo. "Nosotras estamos más cerca de ella, por eso no nos da miedo".

Frijol y Clara están buscando la vida...¡a la vuelta de la esquina está, salamines! 
 

 Y finalmenti desembocamos casi por obra de magia en una laguna que no figuraba en nuestros mapas ni planes, pero que resulto ser un paraíso para cualquiera que ande viajando en carpa o Westy. La Laguna de Campécuaro. Fogón con ron, frío de esos que te hacen expirar aire parecido al hielo seco, amistad, familias de patos (que, como en todas las familias, también se peleaban, mandoneaban y querían) y mucha soledad.
¿¡Qué más se necesita!?.

Pintar mandalas, la nueva moda de la chica Westy

 

 La mañana helada, el sol que se asoma, el calor del agua hecho bruma y el silencio interrumpido solo por el sonido de los patos...


Entre mate y mate, nuevas historias se entre cruzan. En la próxima cebada,
una para no perderse.
El Rey Feo está por llegar a Cuyutlán...y no es precisamente un mexicano.
¡Abrazos para todos y uno especial para Frijol, que a esta altura nos está leyendo desde su bati cueva!